A propósito del segundo capítulo,
EL PUNTO DE PARTIDA, comentamos.
"El gorila, el chimpancé, el orangután y sus congéneres deben de
considerar como un pobre animal enfermo
al hombre, que hasta almacena sus muertos. ¿Para qué?"
Estoy de acuerdo, somos un
enfermo y peligroso. Un cáncer para todo el universo.
"Pensar es hablar consigo mismo, y hablamos cada uno consigo mismo
gracias a haber tenido que hablar los unos con los otros, y en la vida
ordinaria acontece con frecuencia que llega uno a encontrar una idea que
buscaba, llega a darla forma, es decir, a obtenerla, sacándola de la nebulosa
de percepciones oscuras a que representa, gracias a los esfuerzos que hace para
presentarla a los demás."
He aquí que el único verdadero
sentido de la existencia de Sofigma enraíza con el ser verdadero del ser humano
concreto: el lenguaje germen del pensamiento, razonar mediante la conversación,
producto de la enfermedad humana, la curiosidad fruto de la necesidad de
supervivencia. Baste como resumen de la idea inicial del capítulo, que Sofigma
no es que sea necesaria, es que es esencialmente humana (nótese el detalla que
nosotros de la necesidad, la nutrición, hacemos arte u obtenemos conocimiento).
"Bueno no es sino lo que contribuye a la conservación,
perpetuación y enriquecimiento de la conciencia."
No recuerdo exactamente en dónde
o con quién me convencí de que bueno era un termino indefinible. Pues aquí está
el bueno de D. Miguel para contradecirme. ¡Qué tío!
"Y es que, de hecho, en arte de alcahuetería, aunque sea
espiritual, suele no pocas veces convertirse la filosofía. Y otras en opio para
adormecer pesares. (...) si un día ha de volver a la nada, es decir, a la
absoluta inconsciencia de que brotara el espíritu humano, y no ha de haber
espíritu que se aproveche de toda nuestra ciencia acumulada, ¿para qué esta?
Porque no se debe perder de vista que el problema de la inmortalidad personal
del alma implica el porvenir de la especie humana toda."
Es imposible no estar de acuerdo
por más que lo procuro. El único sentido posible, no de la filosofía sino de cualquier
actividad de la razón es dar sentido a la existencia. Todos los filósofos que
en realidad lo han sido; es más todos los hombres que en realidad lo han sido,
se han dado cuenta que si deciden para su vida deciden para toda la humanidad. ¡Qué
bien lo dijo Kant!
"(...) debajo de esas preguntas no hay tanto el deseo de conocer
un por qué como el de conocer el para qué;
no de la causa, sino de la finalidad. (...) Sólo nos interesa el por qué
en vista del para qué; sólo
queremos saber de dónde venimos para mejor poder averiguar adónde vamos."
¿He dicho ya que lo mejor que
tiene este hombre es lo bien que lo dice casi todo? Que el fin es lo primero en
la intención del agente ya lo dijeron otros, pero es que es posible decir esto
o lo que dice D. Miguel porque la causa eficiente siempre esta en la final y al
revés, depende el caso.
"Porque vivir es una cosa y conocer otra, y como veremos, acaso
hay entre ellas una tal oposición que podamos decir que todo lo vital es
antirracional, no ya sólo irracional, y todo lo racional, antivital. Y esta es
la base del sentimiento trágico de la vida."
Sin lugar a dudas el refrán es de
nuevo sabiduría pura y dura: Buenas acciones valen más que buenas razones.
"¡Qué de contradicciones, Dios mío, cuando queremos casar la vida
y la razón!"
La contradicción está en el
casamiento mismo, que siempre se confunde estar casado, ser uno, con que los
dos que comparten sean lo iguales o tengan afinidades. El matrimonio, como todo
lo que pretende unir lo distinto es un esfuerzo (de voluntad), compatible con
la contradicción.
"Lo que el triste judío de Amsterdam (Spinoza) llamaba la esencia
de la cosa, el conato que pone en perseverar indefinidamente en su ser, el amor
propio, el ansia de inmortalidad, ¿no será acaso la condición primera y
fundamental de todo conocimiento reflexivo o humano? ¿Y no será, por lo tanto,
la verdadera base, el verdadero punto de partida de toda filosofía, aunque los
filósofos, pervertidos por el intelectualismo, no lo reconozcan?"
Si, exactamente. Además me gustaría insistir en que no solo los intelectualistas son perversos, sino también muy "pesaos".
©Óscar Fernández
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